Foto de : Hispanidad

En la tarde de ayer la Policía Nacional entró en la concurrida plaza de Lavapiés con el objetivo de protagonizar una serie de detenciones a manteros de origen senegalés. No obstante, cuando los agentes comenzaban a realizar su labor un gran grupo de jóvenes, actualmente y a causa de comentarios de sus redes sociales, identificados como militantes o simpatizantes de grupos de extrema izquierda, comenzaron a agarrar y agredir a los agentes a gritos de “no os queremos aquí” y “policías cerdos”. Poco después, un par de decenas de personas, compañeros de los manteros, comenzaron a atacar igualmente a los agentes, aunque con más violencia, arrojando a dos policías al suelo, pateando la cabeza de uno de ellos y dejándolo herido.

Los agentes, viéndose rodeados, incapaces de realizar su labor, retrocedieron hasta sus vehículos y abandonaron el lugar entre gritos y amenazas por parte de aquellos que antes les habían golpeado. Esto no es nada nuevo en Lavapiés, feudo de Podemos en Madrid, pues es habitual que desde este lugar comiencen las más violentas manifestaciones y revueltas que, de cuando en cuando (cuando se ordena desde la formación morada), azotan Madrid. Cabe destacar aquí los disturbios ocurridos en 2018 cuando, tras la muerte de un mantero senegalés de un infarto mientras huía de la policía, sus compañeros y apoyos de extrema izquierda prendieron fuego a muchos edificios de la plaza. A tanto llegó la violencia, que la por entonces alcaldesa Manuela Carmena, que en un comienzo había apoyado las revueltas, ordenó cargas policiales para disolver las aglomeraciones de personas que, en aquel momento, se encontraban lanzado cocteles molotov contra edificios de viviendas.

Este tipo de guetos se están volviendo generales en muchas ciudades en muchas ciudades de España, lugares donde la policía es incapaz de actuar y gobiernan otras leyes. Las leyes de la violencia.

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